Wednesday, January 10, 2007

Atrapados en el tiempo...



El antídoto… (contra la rutina)


Los niños siempre nos ponen en apuros. Es inevitable. Sus comentarios y preguntas, que irrumpen de sopetón, nos obligan a replantearnos constantemente las cosas. El otro día mi hija, sumida en la indolencia del dolce fare niente del fin de semana, decía no entender por qué debemos repetir constantemente las mismas cosas. Una y otra y otra vez. No tenía ganas de ordenar su habitación, ducharse o ayudar con las tareas de la casa. Prefería andar todavía en pijama de sofá en sofá. Me armé de valor. Estuve a punto de explicarle que casi todo lo que hacemos a diario, ese estadillo de interminables y enojosas rutinas, es una constante lucha contra la entropía, esa ley natural que hace que todo en el Universo tienda a volver al caos original. De inmediato pensé que una disertación de tal calibre no procedía. Le dije que si cumplía con sus obligaciones, una sola vez, le daría una respuesta que le iba a encantar. Aceptó. Supongo que por malsana curiosidad.
Después de comer compartí con ella una de mis películas preferidas. Estoy seguro de que la recordarán. En ella, el genial Bill Murray interpreta a un meteorólogo de una cadena de televisión. Un tipo desencantado, cínico y desagradable que se desplaza a una pequeña población para retransmitir una festividad anual: el llamado día de la marmota. El caso es que el hombre, por motivos extraños, se queda “atrapado en el tiempo” –ése es el título de la comedia en nuestro país–, viviendo, una y otra vez, hasta la saciedad, el mismo día: las mismas rutinas, caras, circunstancias, tareas y encuentros. Lo cierto es que acaba desesperado. Incluso intenta quitarse la vida y asesinar a la encantadora marmota. Pero que si quieres arroz. Cada mañana, a la misma hora, suena el despertador y la radio emite la misma canción, el I Got You Babe de Dylan. El amargado protagonista acaba comprendiendo que lo único que le queda por probar para romper el sortilegio es hacerlo todo bien. Impecablemente. De buen ánimo. Y a base de repetir hasta el infinito (y más allá) el millón de pequeñas cosas que caben en su día, se convierte en un maestro capaz de ejecutarlo todo a la perfección, sin lamentarse por el hecho de que al día siguiente deberá repetirlo de principio a fin.
Cuando logra cumplir con todos sus cometidos, instalado en ese espíritu sosegado, el encantamiento se deshace. La película –una versión feliz de aquel terrible Ángel Exterminador de Buñuel–, tiene mucha miga. Mi hija entendió el mensaje. Es sencillo: intenta hacerlo todo bien pensando en que lo vas a hacer sólo una vez. Hoy es hoy. Mañana no existe. Como decía Horacio, el poeta latino, cada día es una pequeña vida. Y nadie haría nada mal, con desgana o enojo, si supiera que sólo tiene un día por delante.

© Julio Murillo
Escritor y periodista

0 Comments:

Post a Comment

<< Home

Google